Errática publicación desde 2004
Elsa RBrondo
elsarbrondo@gmail.com

martes, 9 de agosto de 2005

Las letras invencibles de María García Velasco

María presentó su poemario Letras Vencidas hace unos meses en Tarragona, España. Sus amigos en México recibimos con envidia la invitación por correo electrónico. Ya nos habría gustado estar a su lado y escucharla leer su poesía que podría ser descrita con todos los adjetivos del desaliento, pero también con todos los tonos de la sensualidad. Hace unos meses, también, María me hizo llegar un ejemplar de sus Letras Vencidas y hasta hace una semana (gracias a este húmedo verano) he podido disfrutarlo y sufrirlo. La poesía de María García Velasco (Guadalupe) así entre paréntesis, como nicho o como altar, compromete a sus lectores a ser testigos de un dolor que de ser tan suyo se vuelve también un poco en nuestro. Un dolor irrenunciable que María ha traducido con rigor y honestidad en arte. Algo en sus versos me hace pensar en uno de los cuadros de Kahlo, ese torso abierto, ensangrentado, en donde el yo íntimo, lastimado, se arriesga a transitar por el espacio público, sin otra protección que el trabajo paciente de la que ama la palabra, su exactitud y su violencia. Sus versos me han sacudido como se sacude a los espíritus adormilados. Hace falta mirar las flores que "una interminable hemorragia de milagros rotos" se lleva a su paso. Oír el grito: "Soy yo. El recuerdo enérgico de la esperanza" para despertar. Y también sufrir un poco nuestra condición que es ciega y menos lúcida que la de sus poemas.


IV
Yo soy ésa -el ánima- que plagia estrellas.

La temblorosa que amaga piltrafas y escupe versos.

Yo soy ésa que se piensa diablo.

Por tanto mirar escombros

olvido el transcurrir del tiempo y me conjuro

rancia, descomunal.
Allano el último soplo y arrojo de mi cuerpo el horror.

A manera de réquiem, perpetúo e incendio
el don de lo fétido.
Canto a la esencia maldita.

No soy poeta y las palabras me arrastran
para que mendigue entre líneas.
Con dientes me sostengo incestuosa de mi peso.

Copulo a solas -final de un rito- como si el morir
fuera eterno.
Muero. Muero. Muero.
Más yo vuelvo desandando muertos.


Podría reproducir aquí todos y cada uno de sus poemas para que ellos digan lo que yo apenas columbro, para que hable la voz enérgica de María García Velasco, la dolorosa, la sensual, la entrañable.