Errática publicación desde 2004
Elsa RBrondo
elsarbrondo@gmail.com

domingo, 26 de junio de 2005

Sophie Calle, la ficción y mi (su) memoria



Recuerdo esta imagen, la he visto en alguna parte. Mi obsesión por las ventanas me llevó hace ya muchos años a recortar una imagen, aparecida en el suplemento Babelia del periódico El País. Era la fotografía de una vitrina abierta que contenía varios objetos. Guardé el recorte, junto con muchos otros, en un fólder que se quedó extraviado por la casa (mal de archivo, supongo, Jacques). Años más tarde, me fue devuelto. Mi expareja se había llevado mis recortes y me mandó la carpeta un año y tantos meses después de nuestra separación. Tal vez si todo este material se hubiera quedado en casa habría desaparecido para siempre, pero al recuperarlo recuperé también mi memoria.

Vuelvo a la imagen de la vitrina. Hace quizá ya dos años, se me ocurrió celebrar el aniversario del seminario del que soy becaria con un
collage. La idea era imprimirlo y repartirlo a los miembros. Al final me quedé con todos los ejemplares, pero ese collage se convirtió en un emblema de mis trabajos académicos que giran en torno, "curiosamente", a la memoria. En él
puse algunos recortes de la carpeta recuperada y entre ellos el de la vitrina.

Aquí tendré que detenerme para per-seguir la historia. La revista de arte en donde trabajo, publicó hace unos números, un artículo sobre una artista francesa llamada Sophie Calle (París, 1953). Me llamó la atención su trabajo, sobre todo porque constituía una aproximación bastante original a la relación de la imagen fotográfica con la autobiografía ficcionalizada, la memoria y el relato.

Invoco aquí las palabras de Calle sobre la obra
La Filature (La sombra) de 1981: "El Centro Pompidou me invitó a una muestra colectiva llamada Autorretratos, y pensé que el único modo de hacer mis autorretratos, después de seguir a tanta gente, era invirtiendo los papeles(...). A petición mía, durante el mes de abril de 1981, mi madre se acerca a la agencia Duluc Detectives privados. Pide que me sigan y reclama una relación escrita de mi empleo del tiempo y una serie de pruebas fotográficas de mi existencia." A partir del reporte de los detectives, Sophie Calle armó un relato de un día por París, acompañándolo con datos fidedignos de hora y lugares visitados (con las fotografías del detective). Aquí podrán seguir la sombra.

Me prometí buscar más información acerca de su trabajo, pero ya se sabe... Planes van, planes no vienen. Hoy, robándole espacio al mundo, me metí de lleno a las páginas web dedicadas a ella. Encontré las imágenes que buscaba y otras que sin saberlo están en mi vida desde antes de establecer una línea con Sophie.

Regreso al principio: pensé “Recuerdo esa imagen, la he visto en alguna parte” cuando me topé con su trabajo
Ritual de cumpleaños. Ahí estaba mi vitrina y otras vitrinas que completaban relatos de una memoria ajena, pero que se imbricaban a la mía de un modo inexorable. Volví a mi collage, respetuosa de la apropiación había dejado el pie de foto en donde se podía leer, “Parte de la serie ‘Ritual de cumpleaños’ de S. Calle”. Podría haber llegado a ella hace mucho tiempo. Sonreí. Mi mala memoria y mi desidia me habían regalado esta noche de domingo una epifanía. Gracias, Sophie Calle, por acompañarme en momentos tan puntuales de mi vida. A modo de homenaje he aquí también un relato, ficcional y no, de la imagen.

jueves, 23 de junio de 2005

Haydée y la memoria cinematográfica

Haydée Una podría comparar a Haydée con las Indie poperas (vaya oximorón) Natalia Lafourcade y Julieta Venegas: las tres comparten una voz con poca potencia, pero con la suficiente personalidad para prescindir de un "do" de pecho. Hay algo que privilegio en Haydée (hija del cubano Pablo Milanés) y es su paso lo mismo por el Jazz que por los ritmos afrocubanos sin muchas dificultades. Ahora mismo escucho su voz suave y armoniosa en Tanto amar, el tema más conocido de su primer disco: un chillout jazzero. Es curioso, hace unos meses cuando no sabía de quién era ni cómo se llamaba esta canción, solía oírla de regreso de dar mis clases en una infame universidad del sur de la ciudad (UIC). Por alguna razón los programadores de 108 fm la ponían más o menos a la misma hora: 20:10 hrs.

No sé si a ustedes les pase, pero cuando voy en el coche, en ciertas ocasiones y con cierta música tengo la sensación de ser parte de una película, una especie de
mini road movie. Imaginen: Insurgentes de noche, algo de tráfico, después de la lluvia, húmedo asfalto y una conductora con aire ensimismado y al fondo una música que paulatinamente sube de intensidad. Así recuerdo esas noches en que mi alma cansada y desanimada por el espíritu vacío de mis alumnos, se recuperaba kilómetro a kilómetro (sería porque de paso saludaba a mi FFyL). De puro gusto me compré el CD de Haymée para invocar my own private south.

lunes, 20 de junio de 2005

La intolerancia es una enfermedad

Ya es más de mediodía y tendría que haber terminado de escribir un curso sobre género y política que he de presentar el miércoles. He hecho mis deberes, pero resulta un poco abrumador todo lo que se puede decir del tema. Sin ir más lejos, esta mañana, un psicólogo español decía, a propósito de los matrimonios homosexuales, que la homosexualidad es una patología. Esta interpretación está tan cargada de asuntos ideológicos... ¿Quién puede estar detrás de semejante afirmación? Pienso en la iglesia católica, en la derecha ultraconservadora y en un modo de ver el mundo que resulta peligroso. La intolerancia es patológica, si orilla a vivir a un sector de la sociedad al margen de sus derechos, si considera enfermedad a una conducta que era no sólo común sino apreciada en la antigua Grecia.

Si uno sigue con cierto detenimiento la historia de la construcción cultural de lo que "deben ser" hombres y mujeres, observará con cierta tristeza que venimos arrastrando un imaginario de género desde la Edad Media. En nuestros días hay una tensión entre ese imaginario y las nuevas maneras en que se quiere ver a los hombres y las mujeres. Esa tensión es visible en el rechazo a los matrimonios homosexuales, pero también en la cotidiana violencia doméstica y en el asesinato de mujeres (feminicidio).

Recuerdo una pieza teatral del mexicano Hugo Hiriart llamada Intimidad. Es la relación íntima en cuatro parejas. La primera: una hombre y una mujer maduros; la segunda: una mujer y un hombre jóvenes; la tercera: un hombre maduro y un joven y la cuarta, una mujer joven y una madura. En las cuatro parejas el diálogo se reproducía más o menos igual. Una parte masculina y una parte femenina, culturalmente hablando, es decir, el fuerte y el débil; el dominante y el dominado; el manipulador y la víctima. No había mayor diferencia entre unos y otros, ni en edad, ni en género, ni en preferencias sexuales. Creo que es un reto para nuestras culturas el construir otros imaginarios sin la sombra de la intolerancia.

sábado, 18 de junio de 2005

Comenzar de nuevo

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Vamos a ver si esta mañana de sábado ilumina un poco el provenir de la letra errante. No estaría mal llevarla a pasear a Coyoacán, a tomar un cafecito y a buscar pelis baratas a Gandhi. No estaría mal... por cierto.